Saber escuchar al grupo, crear confianza, movilizar a las personas… facilitar el trabajo en grupo (o en equipo) es todo un arte. La persona facilitadora de una reunión es la encargada de toda una serie de tareas, como por ejemplo: focalizar las energías del grupo; impulsar la creatividad; fomentar el uso del sentido crítico para analizar, cuestionar y ordenar ideas; generar resultados efectivamente útiles; etc. Lograr estos objetivos depende mucho de la capacidad, tanto del grupo como de la persona facilitadora, de evitar caer en una o varias de las 4 trampas del trabajo en grupo…
El sesgo de confirmación es la tendencia, muy común, en no cuestionar, o en conformarnos con una información que recibimos. Nos lleva a tomar en cuenta únicamente los datos que confirman nuestras creencias, mientras ignoramos o infravaloramos la importancia de la información que podría contradecir estas creencias.
Cuando trabajamos en grupo, es importante no perder de vista que tendrá una inclinación natural a seguir la reflexión que le parece más evidente, o la idea que propone la persona más influyente del grupo.
Este comportamiento está ligado a nuestra historia como especie, estamos “programados” para buscar primeramente la seguridad de lo conocido. Eso nos permite ahorrar energía y usar nuestro “piloto automático” neuronal. Es muy útil en ciertos contextos, por ejemplo, cuando conducimos un coche (sin tener que pensarlo detenidamente en cada momento), pero es también un freno para situaciones donde buscamos crear algo nuevo. Un ejemplo típico en nuestra práctica es que las personas tiendan a proponer todas “el reciclaje” como palanca de acción en los talleres de Mural del Clima (donde reflexionamos sobre cómo mitigar el cambio climático). El reciclaje es una idea que todos conocemos, que encontramos sin hacer mucho esfuerzo, aunque en realidad su impacto sobre el cambio climático sea mínimo. Nuestro trabajo de facilitadores consiste entonces en incitar a dedicar más energía en la búsqueda de ideas realmente interesantes.
El sesgo de confirmación aparece en un grupo cuando privilegia un único punto de vista. La mejor forma de contrarrestarlo es por tanto crear nuevas perspectivas de observación. En este sentido, un buen diseño de la sesión de trabajo es esencial, generando una sucesión de fases que inciten a las personas a usar diferentes canales de pensamiento. Por ejemplo, crear primero una fase de “calentamiento”, luego usar una dinámica creativa para abrir un abanico de posibilidades, y terminar con una fase de recolecta y ordenación de ideas.
El objetivo es hacer que el grupo observe una misma situación bajo distintos ángulos. Para eso existen muchas técnicas. Una de ellas podría ser la de los 6 sombreros de Bono, o cosas muy sencillas como “continuamos, dejamos, probamos” (en el caso de hacer un trabajo de retrospectiva), o herramientas un poco más avanzadas como “El Barco” (¡muy pronto una ficha sobre esta técnica!).
Por último, pero no menos importante, la capacidad del facilitador de usar preguntas poderosas es una palanca esencial para llevar al colectivo a explorar nuevas ideas, fuera de sus caminos más habituales.
En nuestro ejemplo del reciclaje, podemos, por ejemplo:
¿Si te pido dibujar a la persona que está a tu izquierda y luego darle tu dibujo, qué me dices?
Proponer este tipo de ejercicio lleva irremediablemente a oir cosas como: “uy, qué vergüenza”, “ay, me da corte”, “es que no sé dibujar bien”, etc.
En cambio, si propones esto mismo a unos niños de 5 años, es más que probable que te entreguen el dibujo con todo el orgullo del mundo. La autocensura nos puede y puede llevar muy fácilmente a la parálisis. Nuestra educación, nuestro condicionamiento social nos llevan a ponernos trabas mentales basadas en nuestras creencias. Tenemos miedo de lo que digan o piensen los demás, y eso nos limita y nos frena.
Este sesgo también proviene de nuestra historia como especie. Sabemos instintivamente que solo podemos sobrevivir siendo parte del grupo, y estamos dispuestos a hacer cualquier cosa para que así sea. Este comportamiento ha tenido significado de vida o muerte en muchos puntos de la historia y está muy anclado en nuestra forma de comportarnos.
Este sesgo es francamente peligroso en un taller de creatividad. Una idea que para ti puede parecer “mala”, puede rebotar y generar ideas en otra persona, haciéndola subir en valor. Nos convertimos en buscadores de pepitas de oro y la autocensura puede hacer que ni siquiera queramos poner un pie en el río donde se encuentran esas pepitas.
La mejor forma de evitar este sesgo es creando un marco de seguridad, de confianza, al inicio del taller. Necesitamos sentirnos bien, saber que tenemos derecho al error y que no se nos juzgará si nos atrevemos a decir algo distinto. Sin un mínimo de confianza y de seguridad psicológica, cualquier taller colaborativo está abocado al fracaso.
Un marco de seguridad se compone de todos los elementos que permiten crear confianza en un grupo, sea explícitos (reglas escritas, o comentadas al principio de la sesión), o implícitos (transmitir confianza, sonreír, comunicación no verbal…). Lo comentaremos en otro artículo más en detalle. Aquí te damos una primera idea sencilla: crea una lista de reglas, un contrato de colaboración. Las reglas pueden estar propuestas por la persona que facilita el grupo (en el caso de un taller puntual), o estar co-construidas con el grupo, opción ideal siempre y cuando tengamos tiempo de hacerlo.
Para ello, invitamos cada participante a expresar lo que necesita para que el taller transcurra de la mejor manera posible: confidencialidad, libertad de expresión, benevolencia, etc. El contrato debe ser entendido y validado por todos los miembros del colectivo. Podemos incluso colgarlo en la pared y hacer referencia a el al inicio de cada sesión de trabajo.
En el contexto de un taller de creatividad, podemos proponer 4 reglas para maximizar el número de ideas:
Como ya hemos visto en el párrafo anterior, somos animales sociales. Tenemos una tendencia muy marcada en seguir lo que manda el grupo. Eso crea muchas veces un sesgo de conformidad. Muchos estudios han demostrado este fenómeno, uno de los más famosos es el experimento de Solomon Asch, que puedes ver AQUÍ.
Nos alineamos naturalmente con los comportamientos y las decisiones que el colectivo toma o parece tomar. Esto ocurre incluso cuando estamos en un grupo pequeño donde las personas no se conocen. (¡Imagina lo que puede ocurrir con personas que pertenecen a un equipo que lleva mucho tiempo trabajando juntos!).
Si como persona facilitadora quieres generar creatividad o una reflexión rica en grupo, es muy importante deshacerte de este sesgo.
Existen 3 palancas para reducir este riesgo.
Los 3 sesgos que acabamos de ver son fruto del diseño de nuestro cerebro. Las neurociencias nos dan cada vez más ideas para optimizar el trabajo en grupo. La clave: Usar “bien” nuestro cerebro y el de nuestros participantes.
Existe una última trampa del trabajo en grupo que queremos compartir y que es más cultural: nuestra tendencia a no compartir información que solo nosotros conocemos (se le puede denominar “información única”).
La solemos ver a menudo durante nuestra Dinámica Explorers, donde los participantes no saben al inicio del juego que se trata en realidad de un juego colaborativo. Por defecto la mayoría de las personas tiene tendencia en pensar que la competición es la premisa del juego, y eso las lleva a retener informaciones que solo ellas pueden ver. Más tarde en el juego se dan cuenta que compartir esa información hubiera permitido al equipo progresar más rápido.
Sea un juego o no, cuando trabajamos en grupo tendemos a lo mismo, guardar la información. Se ha demostrado que cuando hablamos en grupo, compartimos solo un 18% de las “informaciones únicas”, en comparación con un 58% de las informaciones ya puestas en común.
Asegúrate de dejar claro el siguiente mensaje: cuanta más información se comparta, mejores resultados lograremos, y más rápido. También puedes explicar este último freno e incitar las personas a compartir el máximo de información libremente. Y por supuesto puedes incluir un rompe-hielo que apoye la idea que el compartir información única puede crear éxito. Un ejemplo de dinámica podría ser la del “Bastón de Helio“.
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